Esperanza

No sabía que existía una vida muy distinta en un lugar lejos de mi país. Ir al colegio, poder escoger una carrera de mi interés, estar de viaje, salir con amigos, ir al cine y discotecas,  y lo más importante, tener cubiertas todas las necesidades básicas me parecían cosas supernormales hasta que yo llegué a África.


Me llamo Susana y soy americana. A diferencia de otros en mi familia, yo siempre tenía ganas de contribuir a mejorar el mundo y no pude encontrar una opción mejor que enseñar. Por esa razón, me afilié a una ONG que me permitió enseñar inglés en varias partes del mundo. Hace dos años que estoy dando clases a un grupo de 30 niños en Nigeria – mis primeros estudiantes.


Antes de venir aquí, yo había escuchado sobre la crisis humanitaria que existía en este lugar pero atestiguarlo era un gran golpe emocional completamente. La violencia, incluidos los atentados suicidas en los campamentos de desplazados, se están difundiendo en todo el país y las condiciones se están empeorando cada día. No tenía ni idea de cómo podría vivir la gente en esta situación tan peligrosa. El primer día, yo pensé que venir aquí había sido una mala decisión. Carecían de necesidades elementales de la vida como el acceso a agua potable, una farmacia etc. Tenía dudas si de que hubiera alguien que quisiera estudiar en estas condiciones y estaba muy preocupada por el futuro de niños que pasaban su infancia viendo personas muriendo  en su barrio. 


Pero para mi sorpresa, al entrar al aula de la escuela por primera vez, vi a estos adorables niños inocentes que no tenían ni idea de que una vida diferente a la que tenían existía para ellos. En medio del caos de alrededor, estos eran rostros de esperanza, amor y belleza.  Cuando hable con ellos, pude ver en ellos una chispa de ilusión por aprender.  Me miraron como un ángel que había venido a cambiar sus vidas.  En cuanto yo vi la sinceridad en sus ojos,  me di cuenta de  que estaba en el lugar perfecto.


A medida que pasaban los días, entendí que yo no era la única profesora en el aula. Nos hicimos amigos rápidamente y mientras les enseñaba el tema, aprendí el modo de vivir. Siempre llegaron a la clase a tiempo y empezaban el día con un rezo. A pesar de vivir en tales condiciones desfavorables, no se quejaban. No se lamentaban sin embargo, tenían un fuerte deseo de cambiar su futuro con esfuerzo. Estudiaban con mucha sinceridad todo lo que les sugerí y disfrutaban los momentos que pasaban en la clase – lo diferente que era en comparación con mi niñez.


No tenían oportunidad de ir de vacaciones o disfrutar yendo al cine– como una persona normal de un país desarrollado, pero su modo de amar la vida me enseñó muchas cosas. Me mostraron  a vivir y a amar la vida a pesar de los desafíos y retos, rezar con sinceridad y disfrutar los momentos que vivimos pase lo que pase.  He aprendido a agradecer a la vida por todo lo que me dé. A pesar de las condiciones difíciles en las que vivían, no perdieron la esperanza de vivir y lograr todo lo que querían.


Hoy es mi último día en la escuela y mañana me voy. Son las ocho de la mañana y como siempre, todos han llegado al tiempo y rezan antes de empezar la clase. Todavía no saben que no me van a ver a partir de mañana y mientras están rezando con corazones puros, estoy pensando en cómo decirles adiós a ellos. Quiero explicarles que vine aquí con intención de ser su profesora de inglés,  pero me voy como una estudiante. Estudiante de una asignatura que no se puede incluir en ningún libro – ‘Esperanza’.  Y yo, con ellos espero que cambien las cosas rápido y que la gente pueda vivir una vida normal – sin miedo, con una sonrisa.


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2 thoughts on “Esperanza

  1. Has tratado algo muy interesante y creo que sabes plasmar muy bien la posible situación que puedes sentir en una experiencia como la que cuentas!

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